La sonrisa de Lewis Hamilton ya está incomodando a más de uno, o si no que le pregunten a su compañero de equipo Fernando Alonso. Es que desde que debutó en la Fórmula 1, el rookie británico no se bajó del podio: tercero en Australia, segundo en Malasia y Bahrein. Y es el primer debutante en conseguir esta marca en 57 años que tiene la categoría.
Demostró todas sus condiciones en estas tres carreras con un manejo prolijo, sin aún grandes maniobras pero sumando puntos importantes, que es lo que cuenta al final del año. Y casi sin darse cuenta, el moreno ya está primero en el campeonato, compartiendo la punta con Alonso y Kimmi Raikkonen.
Gane la próxima o no gane ninguna, ya está haciendo historia, porque superó diversas adversidades en su niñez (fue discriminado en la escuela, viene de una familia trinitense humilde, tiene un hermano con parálisis) y hoy disfruta de un presente que construyó a base de esfuerzo. Quizás esa tranquilidad que le da haber alcanzado el objetivo de llegar a correr en la máxima le permite mostrarse en pista como un experimentado veterano cuando apenas tiene 22 años.
Por ahora, Lewis -que hace recordar en distintos aspectos al golfista Tiger Woods- declara lo políticamente correcto: “Sólo soy un debutante y no me voy a precipitar. Tengo mucho que aprender todavía de Fernando Alonso y del equipo”. O arroja frases interesantes como esta: “Para mí no significa mucho ser el primer piloto de color (de la Fórmula 1), pero para el deporte en sí mismo significa mucho”.
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