El mundo celebra este 26 de agosto el centenario del natalicio de Julio Cortázar. A través de sus relatos, que combinan lo fantástico con una mirada minuciosa de lo cotidiano, se convirtió en uno de los escritores más relevantes de la lengua española.
Allá por 2007 (ver acá) y 2009 (y acá) le dedicamos sendos post a Cortázar mencionando, como corresponde, “La autopista del sur”, el cuento incluido en “Todos los fuegos el fuego” (1966) que inspiró a directores de cine y publicistas a crear sus propias adaptaciones.
Y en la Argentina, incluso, hubo una saga de tres comerciales creados por Agulla y Baccetti para el lanzamiento del Renault Mégane (en 2000), que contaron con el visto bueno de la editorial Alfaguara, que destinó 5.000 ejemplares del libro para que con cada auto se obsequiara un ejemplar.
Hoy, nos sumamos al homenaje con dos visiones en primera persona que Cortázar tenía sobre el mundo de los autos y que lo llevaron a imaginar y escribir “La autopista del sur” aún cuando no había estado en un embotellamiento de tránsito como el que llegó a describir.
“Los atascos y los embotellamientos automovilísticos son uno de los símbolos de esta triste sociedad en que vivimos, y uno de los signos más negativos porque prueban una suerte de contradicción con la vida humana; una especie de búsqueda de la desgracia, de la infelicidad, de la exasperación a través de la gran maravilla tecnológica que es el automóvil, que debería darnos la libertad y que vuelta a vuelta nos está dando las peores consecuencias”.
“Yo no había estado jamás en un atasco, nunca. Había tenido mis problemas al salir o entrar a París o de Barcelona, pero nunca un atasco. Pero es bastante curioso que unos meses después de haber escrito el cuento, sucedió y estuve durante cinco horas -en una de las provincias francesas- metido en un atasco y descubriendo con sorpresa y al mismo tiempo con una sensación de fatalidad que el comienzo de mi cuento se repite exactamente cuando estás en un verdadero atasco”.
Extraído del programa “A fondo” de la RTVE (España, 1977), una entrevista de Joaquín Soler Serrano a Julio Cortázar.
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“Hasta ahora habíamos sido siempre David contra Goliath: ¿Qué puede un Renault 5, o incluso un tremendo Porsche a la hora en que un camión con remolque lo precede, otro lo sigue a diez metros y le mete en el retrovisor su enorme cara de gigante amenazador, mientras un tercero lo pasa haciendo temblar el espacio y soltando horrendos bufidos? Es así que los usuarios de las autopistas no tardan en contraer un complejo poco estudiado por Freud, la camionofobia aguda, que sólo se cura comprándose un camión para entrar en el bando del enemigo (esto en psicoanálisis se llama transferencia) o tomando el tren.”
“Nosotros estuvimos siempre a medio camino, porque Fafner no será un ‘peso pesado’ pero tampoco es un auto corriente; desde su volante se domina un paisaje más amplio y agradable que cuando se viaja con el culo cepillando el suelo como en los autos más modernos, y además el dragón tiene su pinta e inspira respeto a los más pequeños y a veces a los grandes, porque los camiones tienden a mirarlo como al hermanito bueno y no lo brutalizan como se divierten en hacerlo con las pulgas y las cucarachas que les llegan apenas a las rodillas.”
“De todas maneras cuando empezamos la expedición teníamos nuestros usuales resquemores sobre los camiones, y los primeros días tendimos sobre todo a evitarlos en las rutas y en los paraderos. Ingenuo noviciado del que hemos salido para entrar en la gran familia internacional de los transportistas, que ahora estudiamos muy de cerca y con toda la atención y el cariño que merece.”
Extraído de “Donde por fin, y ya era tiempo, se habla de camiones que no han dejado de pasar desde el principio, y se indaga a cerca de su no siempre clara razón de ser y de estar” incluido en “Los autonautas de la cosmopista – Un viaje atemporal París-Marsella” (1983). Una travesía de 33 días (entre mayo y junio de 1982) por una autopista francesa abordo de una Volkswagen Kombi apodada “Fafner” contada a cuatro manos por Osita (Carol Dunlop) y Julio Cortázar (Lobo).