Hasta 1999, Roberto Rivas era conocido por ser un piloto de TC Pista y administrar una casa de venta de motos, pero el 6 de noviembre de ese año, su vida cambió. Le hicieron una salidera bancaria, su custodio se tiroteó con los delincuentes y murió, y él perdió la vista a causa de un impacto de bala. Podría haber muerto también, y es por eso que nunca bajó los brazos y no oculta su optimismo. Tanto, que hasta volvió a manejar un auto de carrera, similar al que lo tuvo como campeón hace 16 años.
“El día que recupere la visión, lo primero que haré será subirme a un auto de competición. Y volveré a sentir aquel vértigo de acelerar a 240 km/h. Y podré decir que cambié el bastón blanco por la velocidad”. Eso declaró Rivas hace apenas dos meses atrás al diario La Nación. Y a pesar de que aún no hubo cambios en ese sentido, se dio el gusto de acelerar a fondo.
Gracias a una acción conjunta llevada adelante por la Asociación Corredores Turismo Carretera (ACTC) y el equipo de Walter Alifraco, Rivas se subió en la butaca izquierda del Ford Falcon del piloto Emanuel Moriatis, quien lo guió en todo momento.
No hace falta más que ver el video para emocionarse con lo que transmiten esas imágenes; con el trazado grabado en su mente, el piloto de Lanús llevó de manera impecable el auto de TC y hasta se animó a hacer unos trompos en la recta principal ante los aplausos de los que se dieron cita.
Si aquella recordada foto de un hincha sin brazos festejando la obtención del Mundial 1978 junto al Pato Fillol y el Conejo Tarantini fue bautizada como “El abrazo del alma”, esta genial ocurrencia debería ser llamada “Manejando con los ojos de la pasión”.
Rivas: “Creo que en ninguna parte del mundo se hizo esto de que un no vidente maneje un auto de carreras”