Nada es azaroso en su historia. El éxito del Corolla está en su misma génesis: fue pensado hace mediso siglo como un auto confiable que enorgulleciera a las familias de todo el mundo.
Por Sergio Cutuli (*)
Vertiginosa, así es la historia de Toyota y del Corolla. Porque si la cronología del automóvil es en sí corta (126 años), la de esta marca japonesa lo es aún más, con un crecimiento meteórico y un éxito sólo comparable al de unas pocas empresas de tecnología surgidas hace menos de 50 años.
Sorprende que la vida de Sakichi Toyoda aún no haya sido llevada al cine convertida en una biopic que deje plasmado lo que ha conseguido la compañía que (fonéticamente) lleva su apellido. A fines del siglo XIX, nadie hubiese imaginado que a sus 57 años este japonés inventor del primer telar automático, revolucionario en la industria textil de su país, acabaría cambiando de rubro y fundando una automotriz. Y que no vivió para ver esa otra transformación porque murió joven, a los 63, en 1930.
En 1932 fue su hijo mayor, Kiichiro Toyoda, quien se puso al frente de la empresa familiar con la idea de movilizar a Japón con vehículos con motores a explosión, y así fue como en 1935 salió a la luz el prototipo A1, y un año después surgió el primer vehículo, el AA, con fuertes “inspiraciones” tomadas del Chrysler Airflow (carrocería) y de los modelos Ford (chasis y mecánica).
Pero no era el mejor contexto para hacer una revolución industrial: Japón y China entraron en conflicto bélico en 1937 y dos años más tarde se inició la Segunda Guerra Mundial, con activa participación de los nipones y una dolorosa derrota que acabó con miles de muertos y un desastre económico. Pese a todo, en parte fue beneficioso para Toyota Motor Co. que se erigió como el mayor fabricante de vehículos de Japón, con más del 40% del mercado.
No pasó tanto tiempo desde entonces y en el lapso de apenas 72 años, Toyota se convirtió en el mayor fabricante de autos del mundo y lo consiguió de la mano de un modelo en particular, el Corolla, nacido 30 años después de aquel noble Toyoda AA (sí, con la d y no con la t).
La primavera
El mundo había cambiado y mucho para 1965. Un dato significativo que figura en las efemérides: ese año, Tokio desplazó a New York como la ciudad más grande del mundo. Apenas dos décadas después de la devastación causada por la guerra, la tierra del sol naciente empezaba a ser lo que es hoy: potencia mundial.
La gente tenía poder adquisitivo, comenzaba a dejar de preocuparse sólo por comer y podía pensar en movilizarse de manera menos precaria. Había una oportunidad concreta y Toyota fue a buscarla. La premisa era diseñar un vehículo económico, compacto pero a la vez amplio, y que ofreciera adelantos no vistos anteriormente.
“Un auto que contribuya a la felicidad y el bienestar a la gente en el mundo”, fue la premisa que se auto impuso Tatsuo Hasegawa, el ingeniero jefe a cargo del desarrollo del Corolla, quien había ingresado a la compañía en 1946.
El nombre “corolla” -dicho sea de paso- remite al anillo de pétalos alrededor de la parte central de una flor; fue pensado para evocar la imagen de un auto compacto pero llamativo y con mucho estilo, en un momento en el que, precisamente, Japón florecía.
Lejos de copiar, como había hecho en los inicios, o de limitarse a cumplir con los objetivos básicos de un auto económico, como con el Toyota Publica lanzado en 1961, Hasegawa fijó objetivos altos para el Corolla, un vehículo que apuntaba a las familias.
Este ingeniero pensó que el nuevo modelo se convertiría en un suceso de ventas solo si lograba cumplir el sueño de progreso de millones de japoneses que querían sentirse orgullosos al volante de un auto atractivo y moderno, además de funcional.
Debía ser un auto totalmente nuevo y no un simple rediseño. Y para semejante desafío, la compañía invirtió en la construcción de una planta específica en Takaoka, para lo cual desembolsó ¥30 mil millones (unos u$s 300 millones de ahora).
El Corolla trajo aparejado entonces varios adelantos como la suspensión delantera tipo McPherson, incluida por primera vez en un auto japonés, y salió al mercado con un motor de 1.1 litros con sistema de válvulas a la cabeza, superior a los de la competencia (incluso a nivel mundial). A eso se le sumó una caja de velocidades de cuatro marchas con palanca al piso, en un contexto donde todas las cajas eran de tercera y al volante.
Las medidas de la primera generación distan bastante con lo que es este modelo en la actualidad: 3.845 mm de largo; 1.485 mm de ancho y 1.380 mm de alto con una distancia entre ejes de 2.285.
Es decir que, a lo largo de once generaciones, el Corolla creció 775 mm de largo; 290 mm de ancho y 415 mm en distancia entre ejes, mientras que redujo su altura en 80 mm. Nada que ver, dos autos distintos.
La vara bien alta
Para el lanzamiento de la primera generación Corolla, Hasegawa puso en práctica el concepto de diseño llamado la “Doctrina de los 80 puntos +a” que establecía que ningún ítem del auto podía tener un baja calificación o falla y que ni aún alcanzando una nota total de 80 seria suficiente; entendía que si el auto no tenía un plus (ese +a), “los corazones de los clientes no iban a ser conquistados”.
Esto obligó a sus ingenieros a esforzarse, los tuvo muy comprometidos con el proyecto y a dar finalmente con ese plus que fue una imagen y un andar deportivo. “El Corolla tiene un diseño creativo que refleja la sencillez de los valores japoneses”, rezaba el catálogo que lo promocionaba.
Pasaron los años y el auto fue conquistando no sólo a los consumidores japoneses sino atrayendo las miradas de otros mercados. Fue sumando versiones, creciendo en tamaño, mejorando su confort, seguridad y motorizaciones pero -fundamentalmente- fortaleciendo el concepto inicial de auto noble y familiar.
De alguna manera, la “venganza” de aquella derrota en la Segunda Guerra Mundial fue copar el mercado estadounidense casi silenciosamente hasta posicionarse, durante varios años, como la marca más vendida, incluso desplazando a las locales Ford y GM.
Toyota se ganó la confianza y el respeto de los clientes alrededor del mundo como una marca respetada, y el Corolla fue su principal bandera, al punto de convertirse en el auto más vendido de la historia.
Visión de futuro
¿Dónde radica ese éxito? En su mismísimo ADN. Está comprobado que nada es azaroso en su historia, menos tratándose de la metódica cultura japonesa: un año antes de su lanzamiento, Hasegawa redactó un Plan de Diseño en el cual anticipaba que la comercialización del Corolla iba a darse a nivel internacional, argumentando que eso sería lo que le permitiría a Toyota proyectarse a escala mundial.
“En el futuro, el Corolla competirá tanto en Japón como en el extranjero con autos de su misma clase hechos en Europa, y la superioridad del Corolla sobre sus competencia estará garantizada a través de la performance y su eficiencia económica”, dice el texto fechado en 1965.
Algo sabía este señor que falleció en 2008, a sus 92 años, y que en 2004 ingresó al Salón de la Fama de la Industria Automotriz Japonesa por sus contribuciones (también fue el padre del Carina y el Celica, entre otros modelos).
Hoy, casi medio siglo después de aquella “aventura”, los ingenieros que lo sucedieron decidieron rendirle homenaje citando sus palabras al momento de presentar en sociedad la undécima generación de este emblemático modelo.
El día que la historia de Toyota llegue a la pantalla grande, el Corolla y Hasegawa-san tienen asegurados una buena parte de la película, no caben dudas.
(*) Nota publicada en Revista Móvil #14 que se puede leer on line acá.