Muchos años antes de que se hablara tan corrientemente de crossovers off road, hubo un modelo que buscó posicionarse en ese nicho con la simpleza de lo racional. Y no hablamos de un producto para el mercado latinoamericano sino para el europeo, aunque curiosamente une a ambos mercados con una historia que merece ser revisada.
En la década del 70, Fiat se hacía fuerte en Brasil con vehículos populares como el 147, un modelo que se fabricó y vendió también con gran éxito en Argentina y como sucesor del 600 y el 133.
Se produjo en ambos países, pero en la planta de Belo Horizonte arrancó mucho antes, en 1976, basado en un modelo que ya era conocido en Europa como Fiat 127 y diseñado por el italiano Pio Manzú sobre el Proyecto X1/4.
El 127 de primera generación (1971-1977) fue muy aceptado en Italia, ganó el Car of the Year en 1972 y -lógicamente- se le extendió la vida todo lo posible, con versiones varias, y la salida de una segunda generación entre 1977 y 1981.
Nace el Rustica
Así fue como en 1979 se creó una variante llamada Rustica, “destinada al ocio o al trabajo”. Su nombre y su equipamiento daban cuenta de una propuesta pensada para soportar el castigo de un uso rudo, ya sea durante el fin de semana yendo a la montaña (literal) o para las tareas en las afueras de las ciudades.
Para eso fue dotado de un interior muy espartano, con asientos que desde el aspecto se muestran como apenas caños revestidos en cuerina marrón que no aparentan tener gran comodidad, en conjunto con una plancha minimalista, con espacio para lo mínimo: relojes y teclas. No había radio, aire acondicionado ni guantera, apenas un encendedor y un cenicero.
Los interiores de puertas y de paneles eran de una sola pieza, un material sintético sin presencia de tela alguna, y la alfombra era de goma, todo a la altura del utilitario más rudimentario.
Exteriormente contaba con pintura semi-mate color arena, llantas de chapa pintadas de negro con neumáticos Pirelli de invierno (que hoy llamaríamos de uso mixto), barreros de goma, baguetas finas de goma, paragolpes tubulares con rudimentarios protectores de faros para evitar los golpes y las piedras, y un sticker identificatorio al costado del capó.
El singular porta-equipaje -también de caños pintados en negro- se ofrecía como un opcional. Pero aún falta conocer un “detalle” no visible.
De Brasil para Italia
Lo más curioso del asunto fue que las carrocerías del 127 Rustica se fabricaban en Belo Horizonte, Brasil y viajaban en barco rumbo al Viejo Continente donde eran alistadas en… la sede de Lamborghini, en Sant’Agata Bolognese.
Ahí, en Italia se terminaba el ensamble, con la mecánica que había llegado desde el otro lado del mundo, el conocido motor naftero de cuatro cilidros, 8v de 1.050 cc y 50 cv y 77 Nm, con caja manual de cuarta, con relaciones cortas. Se dice que la suspensión había sido reforzada y que tenía un protector de cárter específico.
Las carrocerías y mecánicas brasileras llegaban a Italia y todo se ensamblaba en la planta de Lamborghini, en Bologna.
No hay precisiones sobre cuántas unidades se fabricaron, lo cierto es que en 1981 cesó su fabricación y sobreviven muy pocas unidades de esta rareza que -como pocas veces en la historia del automóvil- unió ambas costas del Atlántico pero llevando de acá para allá la materia prima.
En Argentina, la producción del 147 se inició un año después de la mano de Sevel, al que le sucedió el exitoso Spazio, pero esa es otra historia.
Sin dudas que el 127 Rustica es un antepasado del hatchback con aspecto off road actual, ese al que se la aumenta un poco el despeje, se le cambia el rodado y se le agregan plásticos para darle un look diferente.
Resulta simpática la propuesta que tuvo Fiat por aquel entonces, ahora bien, no queremos saber el ruido que haría ese portón trasero ni las puertas al pasar persistentemente por una zona de ripio…
