De Torino, de Ford, de Chevrolet. De Renault, de Honda, de Peugeot… En la ruta, en la tierra, en los autódromos, en todo el país. En el TC, en el TC2000, en el Top Race, en el rally, sobre cualquier cosa.
En tres ruedas, con el auto prendido fuego, bajo la lluvia, a “la chapa”, de “punta a punta”, siempre a fondo. Campeón 16 veces en distintas categorías, ídolo de varias generaciones.
No hacía falta referirse a él por nombre y apellido, pertenecía -y cuesta decirlo en pasado- a ese selecto club a los que con sólo decir su apodo bastaba.
A los 73 años se fue el Flaco, murió Juan María Traverso. No hubo ni habrá jamás un piloto de automovilismo argentino como él. Se fue el último gran ídolo de las pistas de este país.
Un distinto, un incorregible, un irreverente arriba y abajo del auto. El que posicionó a Ramallo en el mapa del mundo y se lo asoció a su figura, el que logró que un color, el violeta, dejara de ser el de una marca para ser sinónimo de automovilismo.
Al Flaco se lo amaba o se lo odiaba, pero todos lo admiraban, los hinchas detrás del alambrado y los pilotos en la pista, a su lado.
Todos alguna vez quedamos admirados por alguna de sus maniobras, festejamos frente al televisor, con la radio pegada al oído o desde alguna tribuna. Y todos alguna vez también lo insultamos porque él era eso. Estaba en su esencia.
Como sólo lo consiguen los más grandes, jamás pasaba desapercibido. Adiós Flaco, ya eras leyenda, ahora sos inmortal.
.