El expiloto de Fórmula 1 Carlos Alberto Reutemann falleció este miércoles a los 79 años. Luego de un largo padecimiento, el senador santafesino murió en el Sanatorio Santa Fe rodeado de sus familiares más cercanos: su esposa Verónica Ghio y sus hijas Mariana y Cora.
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Con la partida del “Lole” se va también parte de nuestra infancia, de nuestros primeros recuerdos vinculados al automovilismo y a las cuatro ruedas. Mañanas de domingo en familia alentando a través de un televisor, viendo sus carreras en cualquier circuito del mundo, haciendo historia en alguna de las tantas escuderías en las que se las ingenió para brillar: Brabham, Lotus, Ferrari y Williams.
Crecer con la anécdota del autódromo lleno y su triste abandono, insultar con la pérdida del campeonato del 81 y emocionarse una y otra vez con su triunfo en Mónaco 80. Como alguna vez dijimos, el relato de Héctor Acosta le suma a esa carrera una cuota de emoción sólo comparable al que Víctor Hugo Morales le añadió al segundo gol de Maradona a Inglaterra.
Como suele suceder con algunos de los más grandes deportistas argentinos, Reutemann no parecía argentino; no peleó por un reconocimiento merecido y que tantas veces le fue negado a pesar de haber corrido 11 temporadas y 146 grandes premios en la Fórmula 1, con 12 triunfos y 45 podios. Horas de energías mal gastadas en tratar de defender su carrera deportiva de quienes veían en él una posible falta de actitud que le negó un campeonato mundial.
Para algunos hubo un punto que lo dejó afuera del Olimpo de los dioses. A otros, no nos hizo falta más que ver de lo que era capaz de hacer no sólo en la Máxima sino sobre cualquier “cosa” que él pudiera acelerar.
Hacía años que su figura ya no estaba vinculada al automovilismo, sin embargo será su reciente ausencia la que ponga en evidencia que todo lo que logró será difícilmente imitable alguna vez por otro compatriota. Su partida de este mundo no hará más que agigantar su figura y plasmar lo que debió ser un reconocimiento en vida que el propio Reutemann se negó una y otra vez a recibir.
Buen viaje Lole, seguí acelerando.
Sergio Cutuli