El domingo pasado finalizó la temporada 2023 de IndyCar y la adrenalina por el desenlace del Gran Premio de Monterey recién empieza a desaparecer. Fue el año en el que los argentinos volvimos a disfrutar de tener un piloto compatriota siendo parte del circo de esta categoría que se presenta a lo largo y ancho de EE.UU. en autódromos, callejeros y óvalos.
Pero Agustín Canapino no sólo fue a participar sino que se transformó en un activo animador, estuvo a la altura del certamen aún cuando -como él mismo se encarga de señalar- hace diez meses ni soñaba con correrlo. Un piloto multicampeón en Argentina pero inexperto en monopostos que dio la talla y sorprendió a propios y extraños por su facilidad de adaptación.
Corrió las 17 fechas del calendario, tuvo apenas cuatro abandonos y sumó puntos valiosos para el Juncos Hollinger Racing, logrando meterse en el puesto 21 de la clasificación final, obteniendo un importante premio en dólares para el equipo.
Cuando sus músculos aún no evidenciaban la exigencia del trabajo en el gimnasio y apenas balbuceaba sus primeras palabras en inglés, consiguió ser duodécimo en las dos primeras carreras del año. Así fue que al grandote rubio que llegó desde el sur del mundo lo empezaron a mirar de otra manera, a pesar de que en las fechas siguientes los resultados en pista se acomodaron más a lo esperable de un novato.
Revisando la película de esta temporada, sobrevienen varios interrogantes. ¿Cómo hizo para manejar en circuitos que ni siquiera aparecen en simulador? ¿Cómo logró “volar” en óvalos sin experiencia previa? ¿Cómo pudo absorber tanta información antes, durante y después de cada carrera?
Quienes conocen su trayectoria bien de cerca saben que su rol de “ingeniero” y sensibilidad al volante fue determinante a la hora de transmitirle a su equipo sus puntos de vista y capitalizar cada cambio, pero incluso los que más confiaban en su capacidad se rindieron ante sus constantes logros. La toma de decisiones a más de 300 km/h no es para cualquiera, a lo que hay que sumarle un desgaste físico y mental para el que no estaba preparado.
Además, lo apretado del certamen prácticamente no le dio respiro, con el condimento extra de intercalar distinto tipo de trazados semana a semana. Demencial.
En lo personal asumo que fue complejo ser objetivo tratándose de un representante local, cercano, que saltaba a una de las dos categorías más relevantes del automovilismo mundial; quería que le fuera bien, que se luciera, que demostrara, que nos representara de la mejor manera. Y cumplió.
Disfruté de cada clasificación, cada warm up, cada carrera y también sufrí con cada segundo de más en los pits, ante algún roce, error involuntario o golpe contra el muro. La bronca por el abandono en las Indy 500 me dura hasta hoy porque significaba entrar en la historia grande, era cortar con 90 años de sequía de argentinos viendo la bandera de cuadros, y faltó poco y nada.
Canapino me animó a aprender términos nuevos, a seguir de cerca a pilotos, equipos y circuitos a los que antes apenas si les prestaba atención. Me hizo tener ganas de ver un campeonato entero de una categoría internacional, levantarme de la mesa un domingo y suspender planes para sentarme frente al televisor o el celular, con la cámara on board y el team radio.
En un momento complejo (de crisis) del automovilismo local, fue volver a entusiasmarme con ver carreras y a la vez rendirme ante el show de los estadounidenses y de una categoría que pone en pista autos competitivos y casi indestructibles, con miles de alternativas que le aportan mucha emoción.
Entre tanta algarabía un amigo -arrecifeño, vaya casualidad- me preguntó hace algunas semanas: “¿Che, realmente es para tanto lo de Canapa o están exagerando?” Sí, es para tanto. Siendo los argentinos exitistas como somos, aprendimos en los últimos años a valorar los logros de muchos de nuestros deportistas aunque no conquisten medallas o trofeos. Pero en este caso no se trató de una “derrota digna” sino de una conquista genuina, y con proyección a futuro.
Lo poco o mucho (según cómo se mire) que Canapino consiguió en términos de resultados ilusiona con la posibilidad de capitalizarlo en 2024, resulta imposible no querer que tenga revancha.
No obstante, para alejarme de lo personal, me parecía imprescindible darles la palabra a quienes saben más, a colegas que ven carreras todos los fines de semana desde hace años, que cubren la IndyCar o que siguen la trayectoria de Canapino. ¿Cómo analiza el periodismo especializado sobre esta temporada debut del Titán? Mañana les cuento.
Por Sergio Cutuli
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