El Hummer es, acá o en cualquier parte del mundo, un vehículo lleno de contradicciones. Se lo ama o se lo odia, no hay términos medios. Quizás sea porque fue pensado como vehículo militar, que de hecho tuvo su bautismo de fuego en la Guerra del Golfo en la Operación Tormenta del Desierto, cuando EE.UU. invadió Irak. Mientras para unos eso sentenció su posterior desarrollo como vehículo civil todo terreno, para otros lo convirtió en un símbolo de poder.
Por ejemplo, para el periodista Dan Neil -ganador del premio Pulitzer por sus ácidas críticas de autos en el diario Los Angeles Times- el Hummer H2 es uno de los peores autos de la historia, no por su performance sino porque cree que es un despropósito haberlo lanzado en una época en la que se pregona preservar el petróleo, y justo dos años después de los atentados del 11 de septiembre, cuya connotación también está relacionada a la guerra por este recurso no renovable. Por eso no dudó en catalogarlo como un “rencoroso reaccionario”.
En cambio, el actor y gobernador de California, Arnold Schwarzenegger es el más reconocido amante del Hummer. Tuvo una colección y hasta fue el encargado de develar un prototipo a hidrógeno junto al vicepresidente de GM, Bob Lutz.
A nivel local, donde la marca aún no se comercializa de manera oficial y los impuestos lo convierten en un objeto de lujo, pasa algo diferente. En los noventa, el símbolo de status sobre ruedas fueron las mal llamadas 4×4; las playas de Pinamar y Punta del Este se llenaron de Nissan Pathfinder y Jeep Grand Cherokee. También fue el tipo de vehículo elegido por las “mujeres bien” para ir al shopping o llevar los chicos al colegio.
Desde hace dos veranos, el Hummer vino a ocupar ese lugar pero con una gran diferencia: muchos pudieron alcanzar la 4×4 pero pocos pueden comprar un Hummer. Entonces a todo aquel que en Argentina tiene un Hummer se lo ve como a alguien “exclusivo”.
En EE.UU. la diferencia no pasa por quien puede pagar 30 mil dólares por un Hummer H3 o 63 mil dólares por un H2, porque no son sumas imposibles. Pasa más por la extravagancia. Tienen Hummers algunos jugadores de la NBA y deportistas como André Agassi o la rock star Fergie, cantante de Black Eyed Peas. En España, por ejemplo, es el vehículo elegido por el brasileño Ronaldinho y el camerunés Samuel Eto’o, compañeros en el FC Barcelona.
Por eso no es extraño que a Juan Sebastián Verón le guste el Hummer. La Brujita, dueño de una personalidad excéntrica y reconocido amante de los autos, lo tuvo en Europa y quiso volver a tenerlo acá. ¿Está mal?
Sergio Cutuli, autor del Blog Cosas de Autos, para el diario Perfil